No pasarán
El editorial feroz de La Nación a días de ganar Mauricio Macri la presidencia —pidiendo prisión domiciliaria para los represores— despertó el repudio instantáneo en las redes sociales y develó una vez más la matriz golpista de su línea editorial. En un rechazo masivo a la violencia, sus trabajadores/as y el gremio entero gritamos: ¡Nunca más!
Por Guido Molteni, integrante de la Comisión Interna de La Nación
Empezó en Twitter. Siguió en Facebook. Y terminó haciéndose carne en una foto en el centro de la redacción que quedará en la historia del gremio de prensa. El repudio al editorial que publicó La Nación el lunes 23 de noviembre, justo un día después de la victoria de Mauricio Macri en las elecciones nacionales, nos dejó una huella a todos los trabajadores del diario que participamos de la jornada. A cuatro meses de aquella asamblea que consiguió un lugar en las páginas del día siguiente para que apareciera nuestra voz, por primera vez en 146 años de vida que tiene el medio, nos proponemos hacer un balance con algunas enseñanzas de esta pelea que dimos por la memoria de los 30.000 desaparecidos.
1. LA POTENCIA DE LO COLECTIVO. Primero fueron chispazos. El más recordado, el del compañero Hugo Alconada Mon, que pronunció su repudio en las redes sociales. Luego siguieron varios más de distintas secciones del diario. Pero lo que convirtió esas chispas en una fogata incontenible fue la masiva asamblea en la que todos nos pudimos hacer escuchar. Ahí se votó el comunicado, se propuso pedirle al diario un espacio en la edición del día siguiente y nació la idea de la foto, que simbólicamente fue lo que mayor efecto causó. Como en muchos ámbitos de la vida, fue la potencia de lo colectivo lo que nos permitió conseguir cada punto que se planteó la asamblea.
2. LOS DE AFUERA Y LA GRIETA. Otra pieza fundamental en aquella jornada fue la solidaridad y el apoyo que recibimos desde afuera del diario. Los compañeros y compañeras de otros medios nos ayudaron a difundir que había otra voz, más allá de la del editorial, y que tenía que ser escuchada. La difusión en las redes sociales, y en los espacios que consiguieron en cada medio, fue clave para no quedar aislados. Y una vez más se comprobó, como está pasando ahora con la enorme pelea que llevan adelante en el Grupo 23, que entre nosotros no existe ninguna grieta. La única grieta que siempre existió en la historia es entre trabajadores y patrones.
3. PODEMOS INCIDIR EN LOS CONTENIDOS. Los periodistas somos trabajadores. Cumplimos una tarea por la que nos pagan, tenemos jefes y escribimos para un medio que responde a una línea editorial. Sin embargo, no nos podemos resignar a que nuestras notas sean tomadas –cada vez más– como meras piezas dentro de una maquinaria que reproduce sentido. Es algo difícil, pero así como en este caso pudimos demostrar que existe otra voz, en nuestras notas, cuando no coinciden con la línea del medio, también podemos intentar abrir el panorama, elegir qué plano de la historia contar, qué adjetivo poner o sacar, dónde hacer foco. “El periodismo es un acto de servicio”, decía Tomás Eloy Martínez. No nos olvidemos de eso.
4. NOS SENTIMOS PARTE DE LA HISTORIA. En el día a día es muy difícil entenderse como un sujeto dentro de una historia que lo trasciende. Pero hubo un momento en aquella asamblea que nos puso en eje. Fue un cachetazo que nos despertó y nos hizo ver que no era joda ni una aventura lo que hacíamos. Cuando una compañera leyó el comunicado que nos hicieron llegar desde Madres de Plaza de Mayo, se generó un silencio y una emoción que no olvidaremos. Cayeron lágrimas. Sentimos más vivos que nunca a los 30.000 desaparecidos, en especial a los siete que trabajaron en La Nación y a los 172 de todo el gremio de prensa.
5. UN DESAFÍO IMPOSTERGABLE. ¿Por qué? ¿Para qué? De todas las “w” que nos enseñaron en las escuelas de periodismo, las que están más presentes ahora, a 40 años del golpe cívico-militar en la Argentina, son las ¿qué?, ¿quién?, ¿cómo? y ¿cuándo? Por eso el editorial no dejó que los verdugos pasaran como víctimas. Todos sabemos el nefasto rol que cumplieron las Fuerzas Armadas. Pero sólo con eso no alcanza. Tenemos un desafío impostergable: recuperar las otras “w”. ¿Por qué mundo peleaban los 30.000 desaparecidos? ¿Para qué lo hacían? Solo cuando encontremos esas respuestas y las llevemos a la práctica flamearán en su plenitud las banderas de la memoria, la verdad y la justicia.