En dictadura, Perfil llenó la redacción de policías
El histórico militante de prensa, Nelson Marinelli, evoca las luchas del gremio en los años de plomo y la valentía de cientos de activistas que se organizaron frente a la violencia.
Por Nelson Marinelli
En los primeros años de la última dictadura militar, la actividad gremial tradicional estaba prácticamente reducida a la nada. La mayoría de los sindicatos (entre ellos los de prensa) pasaron a ser dependencias dirigidas por un interventor militar. Estaban explícitamente prohibidos la actividad sindical y el derecho de huelga y toda medida o acción directa, y se anularon las convenciones colectivas de trabajo.
Nuestro gremio estuvo entre los que sufrieron golpes muy duros por la represión. Alrededor de un centenar y medio de compañeros fueron secuestrados y desaparecidos.
La persecución dictatorial sobre el activismo combativo de todo el movimiento obrero también hizo que muchos compañeros de prensa debieran abandonar sus puestos de trabajo, en muchos casos camino al exilio, al mismo tiempo que las patronales se encargaban de liquidar toda actividad gremial y despedir a los más activos. Los medios públicos o intervenidos (como Télam, canales de TV, radios y el diario La Opinión, por ejemplo) estuvieron entre los sectores más golpeados.
En el país, muchas de las grandes fábricas fueron directamente militarizadas. Esto no alcanzó a los medios de prensa (salvo algunos casos puntuales como el de Perfil, que llenó de policías la redacción y las puertas cuando despidió a veinte compañeros para evitar una reacción de los trabajadores). De todas maneras, el resguardo y cierta clandestinidad eran la norma para las actividades de organización de la resistencia, que comenzaron a desarrollarse lentamente un par de años después del golpe.
El activismo de las agrupaciones de izquierda y el independiente que pertenecía a una de las organizaciones existentes –la APBA– formó en 1979 un frente –Comisión Pro Recuperación del Gremio de Prensa (COPREPREN)–, que comenzó a organizar en distintas empresas a núcleos de compañeros. En otras –muy pocas– se logró mantener o elegir a los delegados. En la medida que existía o se ganaba un espacio de mínima legalidad en cada empresa, esos compañeros actuaban como representantes oficiales u oficiosos de los trabajadores.
Estos grupos organizados fueron el motor de muchas protestas contra medidas patronales, como maltratos y/o despidos, y se lograron triunfos que dieron un nuevo impulso a la organización y a la nueva resistencia. Obvio, también sufrimos derrotas y despidos de muchos compañeros.
Los ex directivos y militantes del Sindicato de Prensa, vinculados a la FATPREN y a corrientes del peronismo, desarrollaron sus propios organismos, pero confluimos en distintas medidas y reclamos que realizamos contra la represión, por la aparición con vida de los compañeros desaparecidos. También por la devolución de nuestras organizaciones gremiales intervenidas y en defensa de nuestros estatutos, que varias veces estuvieron por ser derogados (por empresa o grupo de empresas hicimos varias solicitadas que, en total, reunieron a más de 1.500 firmas de compañeros).
Entre otras cosas, esta resistencia (que sumó a muchas “figuras”) hizo que, finalmente, sólo se eliminara un artículo (el 14º), que establecía una reducción del 50 por ciento en las tarifas de comunicaciones y en los viajes en transportes públicos, y que nunca volvió a reponerse.
Claro que, en la práctica, la vigencia de estatutos y convenios dependía de la situación existente en cada medio. Varias patronales (Perfil, Atlántida, Clarín y los medios oficiales, entre otros) aumentaron unilateralmente los horarios de trabajo, redujeron a un día el doble franco semanal y desconocieron distintos beneficios legalmente establecidos.
Desde 1980/81 realizamos varias protestas por despidos y cierres de empresas; llevamos a cabo el primero o uno de los primeros actos en Plaza de Mayo, contra la represión a dos fotógrafos en una cobertura, y reunimos a casi 300 compañeros. Nos juntamos en pequeños grupos en las esquinas y luego cruzamos a la Plaza. Desplegamos una bandera que decía “Trabajadores de Prensa contra la represión” y los fotógrafos colocaron decenas de máquinas en el piso. Dimos un par de vueltas a la Plaza y luego nos fuimos caminando hasta Perú y, para nuestra sorpresa, en medio de aplausos de la gente de la calle y que salía a los balcones.
También participamos en los paros de la CGT y en las movilizaciones que esta convocaba; fue una bandera permanente y prioritaria nuestra la lucha por los presos y la aparición con vida de nuestros compañeros. Desde que nos organizamos, estuvimos presentes colectivamente en las marchas de las Madres de Plaza de Mayo y de los Familiares de Detenidos-Desaparecidos y acompañamos todas las actividades que realizaban.
Editábamos boletines y volantes de manera periódica que se distribuían a través de los grupos de compañeros de las empresas o de los contactos que teníamos en otras. Con esto extendíamos la organización de los compañeros y de las actividades y denunciábamos todos los atropellos patronales y de la dictadura.
Un clásico muy importante de aquellos años fueron las reuniones que organizábamos para el 7 de junio, por el Día del Periodista, y en diciembre, para despedir el año, excusas que nos permitían juntar a un activismo que iba creciendo: 100 al inicio, luego 200 y en los encuentros del 81 y el 82 llegamos a alrededor de 300.
Toda esta actividad permitió poner un coto a los atropellos, impedir que las patronales avanzaran más y que el activismo del gremio se mantuviera organizado. Cuando cayó la dictadura acabábamos de realizar una cena donde participaron 400 compañeros.
Le habíamos ganado una batalla al terror.