El jueves pasado (31 de marzo) el Sindicato de Prensa de Buenos Aires realizó las primeras elecciones de delegados en la planta impresora de Clarín. En ella fueron elegidos Alejandro Ontivero y Diego Bruschini.
Hasta ahí la información concreta. Y alegre.
¿Lo triste? La elección se tuvo que hacer en la vereda, porque la empresa no cedió ni lugar ni padrón. Solo una férrea custodia. Además, amenazó con represalias a todos aquellos que participaran en el comicio ¿Cómo una empresa de comunicación, moderna, defensora de los valores democráticos, puede adoptar una actitud tan retrógrada? El SiPreBA está debidamente reconocido e inscripto, no hay argumento legal para desconocer la elección.
La excusa esgrimida es vergonzosa y triste. A fines de 2014 cuando se iba a realizar la elección de delegados en Tacuarí (donde se encuentra la redacción) decidimos convocar a elecciones también en Zepita. Los compañeros de allá eran (son) los más precarizados e hicimos un trabajo para que pudieran organizarse. Enterada, la empresa mandó a la Utpba a llamar a una pseudo elección de un día para el otro (literalmente) violando todas las normativas legales para una convocatoria. Votaron apenas siete trabajadores apretados por la empresa, a lo que se sumaron otros con jubilación anticipada a los que el diario mandó a buscar en autos. Triste. Pero no fue todo.
Los delegados de Tacuarí fuimos ese mismo día a Zepita e hicimos firmar un petitorio llamando a rechazar la elección. Cuando ya triplicábamos con la cantidad de firmas los votos de la elección, RRHH nos llamó a una reunión y propuso una salida consensuada. Se daba de baja la elección y se convocaba a un comicio limpio donde participaran todos. ¿Qué pasó? A la semana nos enteramos que la Utpba convalidaba la elección trucha y RRHH recibía gozosa a los nuevos pseudo delegados, que no eran otros que los capataces encargados amenazar y apretar compañeros. Así se traicionó la palabra empeñada, una vez más.
¿Por qué? ¿Cuál es el sentido? ¿Qué defiende tan celosamente la empresa?
Bueno, pues en Zepita se mantiene un sistema muy antiguo, propio del siglo XIX. En Zepita hay jornaleros. Jornaleros en la era de smartphones y drones. Jornaleros en la empresa más grande de medios del país. Jornaleros en un grupo económico que cotiza en la bolsa de Londres.
¿Cuál es la triste excusa que esgrime RRHH? Que en la semana tiene menos flujo de trabajo, mientras que viernes, sábado y domingo levanta. O sea, los trabajadores tenemos que cubrir los costos empresarios de una demanda fluctuante. Qué triste.
Un diario que se escandaliza por los talleres textiles clandestinos en Flores y mantiene un sistema de esclavitud en su propio patio trasero de Barracas.
Para ser claros, nuestro estatuto de prensa (Ley Nacional Nº 12.908) establece que todo personal podrá ser sometido “a un período de prueba que no deberá ser mayor de treinta días. Probada su idoneidad […] se le considerará definitivamente incorporado al personal permanente, debiendo computarse el período de prueba para todos sus efectos”.
Un caso testigo es el de Alejandro, flamante delegado, quien al igual que sus compañeros hace 11 años que espera ser efectivizado. Firmando contratos por día que nunca le dejan leer ni mucho menos conservar. 11 años sin tomarse vacaciones, porque si no trabaja, no cobra. Y Alejandro tiene 9 hijos. ¿Qué hizo la empresa? Desde que se enteró que iba a ser candidato a delegado lo dejó de llamar a trabajar. Ya perdió una semana. Una semana sin trabajar. Una semana sin cobrar. Persecución gremial.
¿Tan difícil es, Recursos Humanos, que entiendas las necesidades de tus propios trabajadores que tras 11 años pretenden ser efectivizados? ¿Eso los vuelve enenemigos? ¿Por qué solo llenarse la boca hablando de derechos humanos en las páginas del diario sin mirar el propio patio trasero? ¿Dónde queda la autoridad moral para escribir editoriales edificantes?
En la medida que ahora esto ya es público, hacemos responsables al resto de las autoridades de la empresa, la gerencia general, las gerencias periodísticas, la gerencia operativa, etc. Once años es mucho tiempo para mirar para otro lado.
Exigimos la inmediata reincorporación de Alejandro y el respeto a sus fueros gremiales. Exigimos la elaboración de un plan de efectivización de todos los compañeros de Expedición. Pedimos que enorgullecerse del lugar donde trabajamos no sea una utopía. Entremos de una vez al siglo XXI.
Comisión Interna de los trabajadores de Agea